¿Cómo obtenemos un testimonio?
por el Elder Dieter F. Uchtdorf, de los doce.


La fuente de ese conocimiento seguro y de esa firme convicción es la revelación divina, “…porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10). Recibimos ese testimonio cuando el Espíritu Santo se comunica con nuestro espíritu. Recibiremos una certeza firme y apacible que será la fuente de nuestro testimonio y convicción, sin importar nuestra cultura, raza, idioma, posición social o económica. Esos susurros del Espíritu, más que sólo la lógica humana, serán el verdadero fundamento sobre el cual edificaremos nuestro testimonio.
La esencia de ese testimonio será siempre la fe en Jesucristo y el conocimiento de Él y de Su misión divina, quien en las Escrituras dice de Sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6).
Por lo tanto, ¿cómo recibimos un testimonio personal que esté arraigado en el testimonio del Espíritu Santo? El método se describe en las Escrituras:
Primero: Deseo de creer. En el Libro de Mormón se nos exhorta: “…si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras y ejercitáis un poco de fe… aunque no sea más que un deseo de creer” (Alma 32:27). Habrá quien diga: “Yo no puedo creer; no soy religioso”. Piensen en esto: Dios nos promete ayuda divina aun cuando sólo tengamos el deseo de creer, pero debe ser un deseo real y no uno fingido.
Segundo: Escudriñar las Escrituras. Háganse preguntas, estúdienlas, escudriñen las Escrituras en busca de respuestas. Una vez más, en el Libro de Mormón se nos da un buen consejo: “Si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón” por medio del estudio diligente de la palabra de Dios, la semilla buena “empezará a hincharse en vuestro pecho,” si no la rechaza nuestra incredulidad. Esa semilla buena comenzará a “ensanchar [vuestra] alma” y a “iluminar [vuestro] entendimiento” (Alma 32:28).
Tercero: Hacer la voluntad de Dios; guardar los mandamientos. No basta con entrar en un debate intelectual si deseamos saber por nosotros mismos que se ha restaurado el reino de Dios en la tierra. El estudio ocasional tampoco es suficiente. Nosotros mismos debemos actuar; eso significa aprender y después hacer la voluntad de Dios.
Debemos venir a Cristo y seguir Sus enseñanzas. El Salvador enseñó: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16–17; cursiva agregada). Y también dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
Cuarto: Meditar, ayunar y orar. Para recibir conocimiento del Espíritu Santo, debemos pedírselo a nuestro Padre Celestial. Debemos confiar en que Dios nos ama y que nos ayudará a reconocer los susurros del Espíritu Santo. En el Libro de Mormón se nos recuerda:
“…cuando leáis estas cosas… recor[dad] cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones.
“…pregunt[ad] a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo” (véase Moroni 10:3–4).
Y el profeta Alma dijo:
“He aquí, os testifico que yo sé que estas cosas… son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo sé de su certeza?
“…he aquí, he ayunado y orado… para poder saber estas cosas por mí mismo. Y… el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y éste es el espíritu de revelación” (Alma 5:45–46).
Mis amados hermanos y hermanas, Alma recibió su testimonio mediante el ayuno y la oración hace más de dos mil años, y nosotros podemos tener la misma sagrada experiencia hoy día.
- Élder Dieter F. Uchtdorf, “El poder de un testimonio personal”, Conferencia General de Octubre de 2006

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